Salí de Portugal con el computador repleto de documentos y la mente llena de preguntas. Sin embargo, no fue sino hasta mi regreso a Bogotá que realmente pude comenzar a descifrar la información que traía. La tarea exigía concentración, traducción y sí, también un poco de imaginación.
Antonio Julio Andrade, el historiador de Torre de Moncorvo que ha dedicado gran parte de su vida al estudio de los nuevos cristianos en la región de Tras-Os-Montes durante la época de la Inquisición, escarbó en sus archivos para ayudarme a encontrar rastros de mis antepasados. Allí halló varios procesos inquisitoriales contra personas con el apellido Lopes Penha, y con las pistas que esos me dieron, fui descubriendo sus vidas.
Encontré, por ejemplo, que los negocios de la familia giraban en torno a hacer seda y vender tabaco. Descubrí también cómo mantuvieron algunos ritos judíos a pesar de haber sido bautizados. Entendí cómo pasaban esos conocimientos de una generación a otra. Me maravillé de la movilidad que tenían, pasando de Castilla a Portugal, a Italia y de vuelta a Portugal en viajes que seguramente eran largos y arduos. Y me di cuenta de la ironía de que sólo pude saber todos esos detalles de sus vidas precisamente por los procesos inquisitoriales que no los dejaban vivir tranquilos. ¿Sin eso, habrían quedado en el anonimato completo?
El primer proceso que encontré fue el del comerciante de telas Francisco Lopes Penha, conocido como “el Viejo”. Con 48 años fue acusado de “judaísmo” y encarcelado por el Tribunal de la Inquisición de Coimbra el 17 de marzo de 1651. Su sentencia llegó poco más de un año después, el 14 de abril de 1652: le confiscaron todos sus bienes y se le condenó a vestir el “hábito penitencial”, conocido como sambenito.
Francisco tuvo dos hermanos: Luis y Pascoal. Como suele suceder en los linajes portugueses de la época, el uso de los apellidos era fluido: Luis llevaba el apellido Lopes, mientras que Pascoal usaba da Penha.
En el proceso inquisitorial contra Francisco se menciona a su hermano Luis en dos ocasiones, destacando que para 1651 ya se había casado tres veces. Con Ana Pereira tuvo un hijo llamado António Lopes Pereira, nacido en 1629. Este António, a su vez, fue padre de cuatro hijos: Luis Lopes Penha, nacido en 1670 o 1671; João Lopes Ventura, en 1673; Salvador, en 1676; y Manuel Lopes, en 1680.
Fue leyendo el relato minucioso del proceso inquisitorial contra Manuel Lopes —quien fue juzgado por el Tribunal de la Inquisición de Barcelona— cuando se me encendió una luz. La versión en español del manuscrito de mi familia comienza con Sara (Luisa) García, quien se casó en segundas nupcias con un Luis Lopes Penha, pero no ofrece ninguna información sobre él más allá de que falleció antes de la huida desde Lobón, en Extremadura, España. Pero recordé que en la versión original en portugués del manuscrito, de la cual solo conservamos una imagen de la primera página, se alcanza a leer que eran "cuatro hermanos venidos de Braganza, en el Reino de Portugal". ¿Esos cuatro hermanos podrían ser Luis, João, Salvador y Manuel?
Esto me llevó a querer saber más sobre Manuel, hermano del que probablemente era el Luis que yo buscaba. Según el proceso inquisitorial de Manuel, la madre de los hermanos, Maria Rodrigues, habría muerto en 1680 al nacer él. El padre, António Lopes Pereira, falleció seis años después, dejando huérfanos a sus cuatro hijos, quienes fueron repartidos entre diferentes parientes.
Manuel, el más pequeño, fue llevado a Lebução, a la casa de una tía paterna. Salvador y João fueron enviados a Braganza, y el mayor, Luís Lopes Penha, quien para la época tenía 14 años, fue trasladado a Benavente, en la provincia de Zamora, a vivir con su tío paterno, João Dias Pereira.
En Benavente, su tío lo envió a aprender el oficio del tejido de seda. Pero nunca ejerció la profesión, prefiriendo entrar a la red comercial de su tío, quien se dedicaba a la distribución de tabaco en Castilla. Comenzó ayudando en Benavente, abasteciendo a minoristas, pero pronto se hizo cargo del puesto de Villalobos, Ocaña, Balderas, León y Villalpando. En 1696, Luis fue a Braganza para casarse con Ângela Gomes, hija de un maestro tejedor de seda llamado Manuel da Costa, y aparentemente se la llevó a vivir a Villalpando en Zamora. Allí estuvieron cuando, el 31 de diciembre de 1701, a los 30 años, Luis fue arrestado por la Inquisición de Valladolid.
Se me aceleró el pulso, pensando que podía buscar el proceso contra él. Pero, precisamente en Valladolid, se perdió una enorme cantidad de archivos del Tribunal de la Inquisición en un incendio el 7 de diciembre de 1809 que se demoraron cuatro días en extinguir. Sin perder las esperanzas, pedí a los maravillosos investigadores del Archivo Histórico Nacional en Madrid que buscaran a ver si, de casualidad, el proceso contra Luis Lopes Penha (o López Penha, o López Peña) había sobrevivido. No encontraron nada.
Pero sus declaraciones no desaparecieron del todo. Gracias a la macabra eficiencia trasfronteriza de la Inquisición, el testimonio de Luis Lopes Penha fue compartido con el Santo Oficio de Portugal, que lo usó en contra de familiares y conocidos que él implicó.
En el resumen de su testimonio realizado por Antonio Andrade, se lee que Luis confesó que, cuando tenía apenas diez años, y a tan solo un mes de la muerte de su madre, su padre les dijo a él y a su hermano João Lopes Ventura —que entonces tenía siete años— que debían liberar el alma de su madre de las penas del purgatorio y ayudarla a alcanzar el cielo. Y a esto él y su hermano respondieron que hacían lo que podían, aunque fuera necesario perder la vida. Su padre les dijo que sólo debían estar sin comer ni beber durante 24 horas, rezando un par de veces el Padrenuestro, sin decir Jesús al final. Comieron un potaje de garbanzos y un poco de pescado, y hasta la noche siguiente, a la misma hora, no habían de comer ni beber. Y así lo hicieron ambos.
Ahí termina lo que he podido documentar de Luis Lopes Penha. Y aquí es donde empieza mi imaginación. Yo estoy convencida de que este Luis Lopes Penha es el que, después de estar encarcelado, después de ser condenado y tal vez después de quedar viudo, se cambió el nombre a Luis Fernández Núñez y llegó al pequeño pueblo de Lobón en Extremadura, probablemente vendiendo tabaco. Allí conoció, se enamoró y tuvo una hija con la viuda Sara (Luisa) García, mi bis-re-tras-tátara-tatarabuela que, después de quedar viuda nuevamente, condujo a la familia al exilio.
Para poder probar esa conexión, ya estoy pensando en mi siguiente viaje a la madre patria, esta vez a Benavente, Villalpando, Valladolid y dondequiera que me lleven las pistas. Mientras tanto, seguiré compartiendo reflexiones y descubrimientos sobre mi españolidad desde mi patria adoptiva y adoptada: Colombia.
Como siempre, disfruté de este capítulo, gracias. Me imagino tu frustración, si bien gran satisfacción de haber hecho el viaje, conocido todos esos lugares y encontrado datos interesantes y significativos. Qué lástima que en los eslabones de la cadena de nuestros antepasados todavía queden importantes huecos por llenar.