Los folios antiguos se sienten fríos en mis manos. El papel es grueso, con textura rugosa. En algunos, la caligrafía es metódica, cada línea recta y precisa. En otros, las líneas se van torciendo hacia los márgenes de las páginas. Casi puedo escuchar el arrastre de la punta de la pluma entintada que usó el funcionario meticuloso al detallar los 200 azotes a los que condenaba a tal o cual reo por judaizante, por bruja, o por hereje.
En alguna parte del Archivo Histórico Nacional de España, situado en un barrio tranquilo y señorial de Madrid, se esconde la historia de mis ancestros y la de cientos de miles de otras personas, minuciosamente documentado en los de la Inquisición. Según la historia familiar, Sara Luisa Nunes Fernández y sus hijos fueron arrestados por la Inquisición española cuando vivían en Lobón, luego de que ella quedara viuda por segunda vez. Pero la historia de los López-Penha no cuenta cual fue la acusación contra ellos, qué les pasó, por qué fueron dejados en libertad, cuáles fueron los bienes de los que fueron despojados, ni qué fue lo que les hizo tomar finalmente la decisión de salir del país hacia Portugal primero, y luego a Esmirna y Ámsterdam. Es lo que me interesa averiguar.
Mi primera pista me llegó del historiador autodidacta Fermín Mayora, a quien conocí en Olivenza. En sus investigaciones sobre la vida de los conversos había encontrado varias personas de Lobón, el pueblo de Extremadura desde donde salieron mis ancestros, en los archivos del Tribunal de la Inquisición de Llerena. Le conté lo que sé de los López-Penha: que habían tomado los apellidos García, Núñez o Nunes, Rodríguez, Fernández, que unos venían de Talavera de la Reina, otros de Braganza en Portugal.
Al otro día de haberle proporcionado la información me sorprendió con un mensaje de voz: “Misión cumplida!”, me dijo, con la certeza de haber encontrado mis ancestros. Me emocioné, maravillada de que todo fuera tan fácil. Pero el documento que había encontrado relata el proceso inquisitorial de una mujer llamada Manuela Fernández, enjuiciada por judaizante. Había muchas coincidencias con la historia de la familia López-Penha —era de Lobón, los apellidos adoptados concordaban, y tenía relación con Talavera y Braganza— pero los años no cuadraban. El juicio contra Manuela fue en 1750. Sara Luisa y sus hijos se fueron de Lobón en 1732.
Así que decidí hacer mi propia exploración de los archivos a mi regreso a Madrid. Me sorprendió la facilidad con que tuve acceso a documentos históricos de hace más de tres siglos. Bastó con llegar a la sede del Archivo, explicar mi interés, mostrar mi flamante pasaporte rojo (que sigue vacío), posar para una foto y firmar. Luego de una breve explicación de los amables funcionarios sobre cómo pedir los documentos, empecé mi búsqueda.
La hija de Sara Luisa, Esther, tenía nueve años cuando fueron enjuiciados, y ella nació en 1721. Así que comencé en los archivos del tribunal de Llerena, a la que le correspondía los habitantes de Lobón, del año 1730. Se me fueron las horas pasando las páginas de un legajo tras otro, tratando de decifrar la letra, las abreviaciones y las referencias de cada documento. Poco a poco, empecé a distinguir la letra de los diferentes escribientes: el que usaba un garabato aparatoso para abreviar la sílaba “que”, el de la letra pequeña y apretada como si tuviera miedo de quedarse sin espacio en las páginas para registrar el castigo que se le impondría al hereje.
Pero no encontré nada en 1730 y, por primera vez, se me ocurrió que la historia familiar podría estar equivocada. Busqué otros años, antes y después, y se me aceleró un poco el pulso al encontrar una ficha que se refería a un proceso de 1714 en contra de María Hernández “alias Lucía o Luisa Núñez de Saldaña — sospechosa de judaísmo”. Pedí el legajo correspondiente. Pero cuando pude leer el expediente, vi que ella había muerto en la cárcel en 1715. O sea, no podría ser la Sara Luisa que sobrevivió para salir de España en 1732 hacia Braganza en la región de Tras os Montes de Portugal y cuyos hijos tendrían hijos, y esos hijos los propios, y así sucesivamente.
La búsqueda seguía, y me llevó también a mí a Braganza. Pero primero a Lobón.